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El ser humano es infinito, pero la mayoría no lo comprende o no es capaz de percibirlo. La humanidad para clasificarse a si misma y a lo que hace se ha rodeado de límites, los más despiadados: el espacio y el tiempo. 

No existe el espacio ni el tiempo para el ser humano, pero generalmente ni lo nota o no lo entiende, también olvidan que el lenguaje verbal que utiliza es arbitrario, un código mutable que en consecuencia nunca nos debería limitar y ser en definitiva, el que configura la realidad.

A la humanidad le gustan los límites o más bien es el lado cobarde el que los necesita, siente la temerosa obligación de verse finito y luchar a su vez contra los inconvenientes de los propios límites que se establece.

El ser humano se crea una pugna perpetua para no sentirse libre.